Ayer vi una película que me impresionó, sobre todo porque se basa en hechos reales, bueno también porque este tipo de situaciones pasa todo los días en distintas partes del mundo. La película se llama Ciudad de Dios y cuenta la historia de uno de los barrios más marginados de Brasil y de como se vive la violencia allí. De pronto suena como algo normal, algo que pasa todos los días y que ya no debiera de sorprendernos, sin embargo, lo que a mi me impactó es que muestran como un grupo de niños en vez de vivir su infancia, y perseguir un balón, crecen con tanta violencia a su alrededor, que para ellos es normal correr con pistola en mano tras su presa.
Quizás ahora que soy mamá, me he vuelto mucho más susceptible a este tipo de temas, me duele en el alma ver como hay niños que tienen que enfrentarse a una vida cruel, sin risas, sin juegos, sin cariño, que deben despojarse muy pronto de su inocencia y convertirse en hombres, los cuales la mayoría de veces se pierden en un camino de crueldad, muerte, desesperanza y destrucción. En la película los niños portaban armas de alto calibre, como si fueran pistolas de agua y estuvieran jugando a policías y ladrones, y es que para ellos parece no haber diferencia entre la vida y la muerte. Porque no tienen grandes sueños, ni cariño al que aferrarse, crecen perdidos y su vida es más una lucha de supervivencia que una experiencia con proyectos, sueños y anhelos.
Pero esto claro está no es exclusivo de un Barrio marginal de Brasil, sino que desafortunadamente a nuestro alrededor todos los días miles de niños dejan su niñez de lado para enfrentarse a un mundo cruel, niños soldados en Siria, en África y en muchos lugares más, son usados como carne de cañón, niñas en Tailandia, México y otros países son despojadas de su inocencia por hombres enfermos que las ven como un objeto de deseo, niños que atraviesan países enteros solos para buscar el sueño americano, y que todavía mantienen la esperanza de alcanzar alguno de sus muy maltratados sueños, y bueno la lista sigue, los niños que piden dinero en las esquinas, los que son golpeados, los que son secuestrados etc. etc., el caso es que nosotros como adultos no debemos de quedarnos viendo la realidad como simples espectadores, debemos de procurar un mundo mejor para los niños, y aunque es difícil saber que podemos hacer nosotros para impactar en la vida de esos niños, la realidad es que siendo mejores personas hacemos un gran cambio en la humanidad. Y quien no crea esto, es porque no conoce a Malala Yousafzai, a Gandhi a Martin Luther King, a Wayne Dyer, Nick Vujicic,y miles más, pero sobre todo no ha escuchado la historia de niños como Ryan Hreljac, quien con los escasos recursos que se piensa puede tener un niño de tan sólo seis años, le quitó la sed a medio millón de personas en África. Si tal cual, medio millón de personas tienen agua, gracias a la determinación de un niño de seis años, Así que ahora habría que preguntarnos de nuevo ¿qué podemos hacer para mejorar el mundo?, podemos ver que las posibilidades son infinitas, es sólo que necesitamos buscarlas y quitar los límites de nuestra mente, pero también dejar de esperar que sean los gobiernos los que solucionen todos los problemas del mundo y comenzar a construir con nuestras manos un mundo mejor. Porque no hay una respuesta exacta que diga, tú, tienes que hacer esto a favor de la humanidad, mientras que tú, tienes que hacer esto otro, porque cada uno de nosotros debe de buscar su propio camino, un camino en donde puedan compaginar nuestros sueños, mientras favorecemos los sueños de los demás.
Al menos yo siento que debo de hacerlo.
Jessica Woolrich