lunes, 9 de noviembre de 2015

LA SONRISA CORRECTA

        La semana pasada fui a ver al dentista, mi visita era  como cualquier otra cita en donde uno abre tanto la boca que hasta duele, pero de pronto una frase del doctor me hizo ver la realidad de como los seres humanos constantemente nos rechazamos. El dentista me comentó que mi sonrisa era del tipo Recia, cosa que nunca en mi vida había escuchado, ya que mis comisuras apuntaban hacia abajo, pero que este "problema" bien podría solucionarse con una pequeña inyección de Botox. La verdad es que esto me impresionó, no porque mis comisuras apuntaran hacia arriba o hacia abajo, cosa que nunca me había interesado, y de hecho sigue sin importarme, sino el hecho de que ahora hasta la sonrisa tiene que cumplir con ciertos estándares para ser una sonrisa perfecta.¿pero qué no la sonrisa perfecta debería de ser aquella que sale del alma? Aquella que es provocada por el regocijo del espíritu y la satisfacción del alma, y no por una ridícula clasificación. Y se que el hombre no lo hizo con la intención de lastimarme, sino que lo hizo porque él, como la mayoría es parte de una lucha constante por alcanzar la perfección, sin darse cuenta de que el problema es que con todas las cosas inherentes al físico, al espíritu y a la mente del ser humano, tenemos una tendencia a querer estandarizar todo, como si la diversidad fuera un defecto, y no nos damos cuenta el tremendo daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos.


      Nos hemos acostumbrado a idealizar ciertas tallas, a rechazar nuestros olores, la textura de nuestro pelo, el tono de voz, y cientos de miles de cosas más, claro todo esto de acuerdo a los cánones impuestos en esa época, porque lo que hoy puede ser visto como algo perfecto, mañana quizás pase de moda. Y con esto no nos permitimos valorar la belleza que radica en las diferencias, en la diversidad, y en el hecho de que es maravilloso que todos y cada uno de nosotros seamos únicos e irrepetibles, sin importar nada más que la calidad de seres humanos que seamos, Que pese más el hecho de que seamos justos, comprensivos, respetuosos, al hecho de que tengamos uno, cinco o hasta cien kilos de más. Nos hemos acostumbrado a sonreír de cierta manera para ser agradables, y nos hemos olvidado de procurar nuestro interior, ya que si todos hiciéramos esto nos daríamos cuenta de que la verdadera belleza radica en el ojo del observador, y mientras el observador tenga un interior limpio y bello, lo que veamos será igual de esta manera.

      Quizás hace unos cinco años las palabras aparentemente inofensivas de mi dentista hubieran lastimado el  escaso amor propio que en ese entonces tenía, y seguramente hubiera llegado directamente a enjuiciarme ante el espejo, para ver si podría disimular mi "imperfección", pero ahora que he aprendido a respetarme y a quererme con todo y los ciento veinte mil defectos que tengo, me vi en el espejo y no pude sino sonreír, con todo y mis comisuras apuntando hacia abajo. Sonreí al ver que la mujer que me miraba estaba feliz con su vida, con su sonrisa recia, con las estrías que me había dejado el regalo más grande que me ha dado la vida que es mi hijo, con todo y mi cabello alborotado por la humedad, y con las tenues patas de gallo que el paso de los años me está dejando, y con todo y todo me vi tan perfecta y maravillosa como me veía mi madre al nacer, y me maravillé de que aquella mujer imperfecta que estaba frente a mi, pudiera sentirse finalmente PERFECTA.

JESSICA WOOLRICH