lunes, 2 de mayo de 2016

EL SONIDO DE MI INFANCIA


         Hace unos días fui a un rancho con mi familia, son de esos días que no tenía ganas de salir de mi casa,  tenía ganas de no toparme con nada, tenía planeado sentarme a escribir, y nada más. A mí eso de que me cambien mis planes nunca me ha gustado, soy muy cuadrada para eso, y ahora veo que está mal, pero bueno al final dije voy a pasar un buen momento y como últimamente he tratado de conectarme mucho más con la vida, y con mi interior de cómo lo hacía antes, pensé que tal vez tenía que ir a encontrarme con algo importante, así que fui, en cuanto entramos me topé con mi niñez, y mi corazón se estremeció, porque entendí porque tenía que estar allí. Frente a mí, un  hermosísimo pavo real azul, iguales a los que mi abuelo tenía en su casa en Cuernavaca, esa casa que en mi memoria es el bastión de mis alegrías, de mis fantasías, de mi fantástica niñez. Esa casa que es sinónimo de amor, de cariño, de risas, ver allí al animal favorito de mi abuelo Julián fue como tenerlo allí en persona frente a mí, fue una manera de recordarme que la vida está allá afuera, y no en el confort de mi cama, me recordó que mi hijo también debe de recorrer el mundo de la misma forma en que lo hice yo, con mi imaginación. De pronto mientras le enseñaba el pavo real a mi hijo y le contaba de su bisabuelo, fue como si él escuchara mis pensamientos, y comenzó a “cantar” con ese sonido tan peculiar que lo identifico como el sonido de mi infancia, y luego otros pavos que yo no había visto se sumaron al canto en honor al abuelo, que trabajo toda su vida para construirle a su familia un castillo de sueños.

        Hoy que aquel abuelo maravilloso ya no está conmigo gracias al sonido de unos pavo reales aprendí una lección muy valiosa para mi vida, y es que nuestra vida está hecha de momentos  constantes, lo que guardamos en ella, es en lo que nos convertimos hoy, si guardamos risas,  alegrías, belleza, felicidad, aprecio, gozo, construiremos caminos que al transitarlos nos hagan disfrutar, mientras que si en nuestra memoria guardamos las caídas, los errores, los reproches, la insatisfacción y la crítica, nuestro camino nos llevará directo al abismo. Por eso en ese instante decidí que quería ayudarle a mi hijo a que en su memoria guardara instantes mágicos, y eso no se logra añorando lo que no tenemos sino disfrutando lo que podemos, no se añora encerrándonos en nosotros mismos, no se aprecia si no nos lanzamos de lleno a la vida, y abrimos los ojos para ver lo más hermoso que esta tiene para ofrecernos. No se conoce si no permitimos o no nos amoldamos a nuevos planes, si no somos flexibles y fluimos, dejándonos llevar por los instantes, por los segundos, después de todo, no somos una agenda automática, que para ser feliz, tiene que cumplir con cierto itinerario.  Y es lo mismo con las circunstancias de la vida, no podemos querer ser tan controladores con lo que ocurre a nuestro alrededor, a veces en lo inesperado, están las sorpresas más hermosas, o las lecciones más necesarias.

        Por eso el día de mañana cuando mi impulso me lleve a aferrarme a un plan  estoy segura que recordaré que los planes de la vida suelen darnos mayores sorpresas, estoy segura que recordaré al grupo de pavo reales que con sus cantos, me hicieron volver a disfrutar de aquellas inolvidables tardes en la casa de mi abuelo.

JESSICA WOOLRICH