Hoy que aquel abuelo maravilloso
ya no está conmigo gracias al sonido de unos pavo reales aprendí una lección
muy valiosa para mi vida, y es que nuestra vida está hecha de momentos constantes, lo que guardamos en ella, es en
lo que nos convertimos hoy, si guardamos risas,
alegrías, belleza, felicidad, aprecio, gozo, construiremos caminos que
al transitarlos nos hagan disfrutar, mientras que si en nuestra memoria
guardamos las caídas, los errores, los reproches, la insatisfacción y la
crítica, nuestro camino nos llevará directo al abismo. Por eso en ese instante
decidí que quería ayudarle a mi hijo a que en su memoria guardara instantes
mágicos, y eso no se logra añorando lo que no tenemos sino disfrutando lo que
podemos, no se añora encerrándonos en nosotros mismos, no se aprecia si no nos
lanzamos de lleno a la vida, y abrimos los ojos para ver lo más hermoso que
esta tiene para ofrecernos. No se conoce si no permitimos o no nos amoldamos a
nuevos planes, si no somos flexibles y fluimos, dejándonos llevar por los
instantes, por los segundos, después de todo, no somos una agenda automática,
que para ser feliz, tiene que cumplir con cierto itinerario. Y es lo mismo con las circunstancias de la
vida, no podemos querer ser tan controladores con lo que ocurre a nuestro
alrededor, a veces en lo inesperado, están las sorpresas más hermosas, o las
lecciones más necesarias.
Por eso el día de mañana cuando
mi impulso me lleve a aferrarme a un plan
estoy segura que recordaré que los planes de la vida suelen darnos
mayores sorpresas, estoy segura que recordaré al grupo de pavo reales que con
sus cantos, me hicieron volver a disfrutar de aquellas inolvidables tardes en
la casa de mi abuelo.
JESSICA WOOLRICH